No quise pensar en sus últimas frases. Para mí, lo que importaba era que todos coincidían en que la recuperación del habla era un hecho, desde el neurólogo de Gdl hasta su médico internista, pasando por la profesora de Psicología a quien le había comentado el caso. Y para mí, esa era suficiente esperanza.
Esa esperanza era compartida, y a todos nos traía cierta tranquilidad. Esa noche, mi hermano Alejandro se quedó con mi papá, y mi mamá y yo nos fuimos a dormir a la casa. Por cierto, ya estábamos preparándonos para dormir, cuando el teléfono de la casa sonó. Era mi papá que, aunque no podía hablar, había usado el celular de mi hermano parra llamar a mi mamá... me llené de gusto al darme cuenta de que eran cada vez más las funciones cognitivas que no habían sifo dañadas, que dormí tranquilo y esperanzado...
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