Domingo de Resurreción pasado por agua.

Tal y cómo lo he hecho los últimos días, esta tarde, después de estar en casa, tomé el libro que estoy leyendo ("Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez), y me salí al centro a leer. Noté, sin embargo, que el cielo se veía distinto... y cómo no, si a lo lejos se veían unas nubes negras, oscuras y gordas, anunciando lluvia... ¿Lluvia en abril?. No, nada que ver.
Llegué al centro, lleno de gente paseando, una rondalla que daba una serenata al público... y las nubes encima de todos, nubes y relámpagos alumbrándonos de cuando en cuando.
Busqué una banca, la encontré y me senté a leer. La historia es envolvente, y todo mi derredor dejó de tener importancia para mí. Bueno, casi todo... los relámpagos no cesaban, y la noche cayó de golpe. Las nubes cubrieron todo el cielo, y en cuestión de minutos, todo aquello parecía sacado de algún cuento de terror. Seguia leyendo, las nubes avanzando... y justo cuando me enteraba de como Arcadio estuvo a punto de seducir a su madre, Pilar Ternera, las primeras gotas comenzaron a caer. Pocas en un comienzo, luego fueron más y más, y ya no hubo forma de seguir leyendo.
Caminando rápido, cada vez más rápido y terminar por ir corriendo, llegué a casa en medio de la inusual lluvia de abril, tratando de encontrarle sentido a esta demostración de la naturaleza. Al final, me dió gusto que lloviera, la ciudad ya lo necesitaba para mitigar un poco el calor, y fantástico sería que el temporal de lluvias se adelantará y de una buena vez se estacionara sobre Zapotlán.

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