Hoy... hace un mes - IX -

30/NOV/2005

Dormía tranquilamente. En fracciones de segundos, mi sueño se vio interrumpido cuando escuché sonar el celular de mi hermano. Quise cerrar los ojos y pretender que era un sueño. Inmediatamente después, vi como se encendía la luz de su recámara, y también que le hablaba a mi mamá. Mire mi reloj, no eran más allá de las cinco de la madrugada. Y me escondí bajo las cobijas, tenía que estar soñando. Mi madre rompió en llanto, y poco después tocaba a mi puerta. Yo no quería levantarme, quería despertar del sueño vuelto pesadilla. Mi cuerpo, en automático, saltó de la cama, mi mano, temblorosa, abrió la puerta… y la realidad me golpeó mas fuerte que nunca antes. Mi padre acababa de fallecer…

…llegar al hospital, dudar aun, dirigirme a la habitación, saber que ya no está allí… ver a mis hermanos… no creer aun… vienen las explicaciones… lloro… no puede ser cierto… ha muerto… se ha ido, nos he dejado. No lo creo… anoche se veía bien… estaba mejor… el médico había dicho que estaba mejor…

… mis pasos desordenados me llevan a donde esta él. Su cuerpo. Lo veo… lo abrazo. Quisiera despertarlo… se ve tan tranquilo… si… parece que sólo duerme, que en cualquier momento despertará de su sueño… su cuerpo ya no se agita… esta inmóvil… y mi cuerpo se esta quebrando, pedazo a pedazo… mi cerebro se niega a aceptar lo que mis sentidos perciben… ¡Pinche muerte! ¡No es cierto…! No puede ser… la vida no puede ser así… así de frágil… Así de cabrona… así de cruel… así de injusta… Esa noche yo iba a quedarme con él… yo lo vi bien ayer… no es cierto…

(Acompañamos su cuerpo en todo momento. Nadie más que nosotros, sus hijos, intervenimos para prepararlo en su viaje final, en esa extraña ceremonia de acompañar, por última vez en físico, el cuerpo de aquel que te dio la vida)

Me dijeron que yo tenía que escoger el féretro. Y yo quisiera escoger que él estuviera vivo. ¿Para qué un féretro? ¿Qué no es todo esto una broma? ¿Qué no estábamos jugando? Juguemos pues al juego cruel de la Vida y el Destino… escojamos pues la última cama, la del eterno descanso del cuerpo, la que aprisionara las células, las neuronas, los órganos, la sangre, las lágrimas… jamás el alma y el recuerdo.

(Fui a la tienda a avisar lo ocurrido. Luego, al templo a llorar en el silencio de la casa de Dios, para dirigirme a la Funeraria.)

He pasado tantas veces, he visto tantos nombres en esa pared… pero ver el nombre de mi padre… y ni así lo creo. Ya está él allí… no dejo de llorar… soy débil… y sin embargo, hay que estar fuerte. Mi madre llega en ese momento. Juntos, mis hermanos le acompañamos hasta donde está mi padre.

Volví a mi casa para cambiarme. Tal vez es mi mecanismo de defensa, tratar de arreglarme, desayunar… ¿para qué?


(Fueron horas largas en el Funeral de mi padre. Los familiares, los amigos, los compañeros, mi gente… me ven como seguramente nunca me han visto. Están allí, conmigo, acompañándome. Les agradezco. Les necesito. Soy débil… no soy el que aparento… no se vayan aun…)

01/DIC/2005

Nunca creí estar en el cortejo de mi padre, en la misa de mi padre, en el sepelio de mi padre. Es algo que, si lo pienso, a la distancia, no creo que podría soportar. Y sin embargo, pude. Pude estar firme en el trayecto de la funeraria al templo. Pude durante la ceremonia religiosa, y pude en el momento final, cuando, segundos antes de ser sepultado, abrimos su féretro para verlo por última vez. Mi padre… no hay palabras, simplemente.

Con él, una parte de mí mismo se murió ese día, se quedó allí, en el cementerio, sepultado, enterrado. Y también sé que sólo se queda su cuerpo. Su esencia va en cada uno de nosotros, en nuestros recuerdos, que día a día lo traen a este mundo. Es cierto, la rutina de la vida hace que el dolor sea menos. Ahora, a un mes, he vuelto a reír, a disfrutar poco a poco de la vida. Pero no deja de pesar, ni creo que deje de hacerlo nunca. Hace falta… duele la ausencia… duela la vida…

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