Hoy... hace un mes - VI -

27/NOV/2005
Todo lo bueno que parecía ser un día antes, se desbarató en cuestión de horas. La salud de mi papá empeoró drásticamente, y esa tarde-noche de domingo, sentí más cerca que nunca el aliento de la muerte...
Fueron horas llena de confusión, de miedos, de enfrentarse a la fría realidad... Ver a mi padre en ese estado, tan abatido, tan derrumbado; respirando con dificultad, con esa maldita tos que no le dejaba ya vivir.... y fue peor cuando, en uno de esos momentos de lucidez, me miró a los ojos, me extendió su mano, yo le ofrecí la mía, y comprendí entonces que se despedía de mi. Y yo me quebré por dentro, y en cuanto salí de la habitación mi cara, llena de lágrimas, reflejaba la desesperación que sentía.
Ya no podía seguir creyendo que todo estaba bien. Lo comprendí plenamente cuando se habló de llamar a un sacerdote para que le diera los Santos Óleos. Y aun así, yo me negaba, quería hacer algo, y mi impotencia y frustración eran aun mayor al ver que no era capaz de nada, más que de elevar mis oraciones a Dios, pidiéndole que no se lo llevara, que aún no era hora...
Las horas pasaron rápidamente. En ese lapso de tiempo que, a la vez, parecía eterno, los médicos lograron estabilizarlo, y poco después de la media noche ya su estado de salud se había mejorado notoriamente. Ahora, podía respirar mejor, y, a pesar de todo, sentí de nuevo renacer la esperanza. ¡Y es que no podía ser de otro modo... ! Mi padre no podía irse así, tan fácil.
Me retiré del hospital alrededor de las 2 de la madrugada. Tenía frío, hambre, cansancio... intenté dormir, y lo hice, aunque sin poder descansar. Mi madre, a pesar de la restricción médica, se quedó al lado de mi padre, al igual que mis hermanos Enrique e Ismael.
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Quisiera hacer una pequeña nota al pie, agradeciendo de manera particular a Art, Javier, Rodrigo y Mago, que estuvieron conmigo en esa sombría noche de domingo. Gracias... yo sólo no hubiera podido.

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