Hoy... hace un mes - VIII -

29/NOV/20005
La calma aparente llegó. Por la tarde, cuando fuí al hospital, me encontré a mi papá dormido, descansando. Su semblante, aunque cansado, denotaba tranquilidad, y su respiración se escuchaba normal. Sin embargo, no dejaba de pensar que, cuando ingresé a los pasillos de la clínica, en el pizarrón donde se lleva el control de pacientes, vi que a mi papá lo habían catalogado como paciente grave, estatus que no había tenido los días anteriores.
Sin embargo, pudo más lo que yo vi, que pronto olvidé ese detalle. De hecho, esa tranquilidad parecía contagiarnos a todos, y se respiraba un ambiente menos tenso dentro del cuarto donde mi padre estaba internado.
Ya habían pasado varias noches en que mi padre no había podido dormir, y verlo allí, tan sereno... era imposible no contagiarse de esa calma que, dentro de la gravedad de la situación, hacía verlo todo con mejores esperanzas de una pronta recuperación.
Estuve poco rato. No quería desvelarme, pues a la siguiente noche me quedaría yo a cuidar a mi papá, y a diferencia de la otra ocasión, ahora estaba motivado a hacerlo. Así, me despedí de él tomándole su mano y apretándosela fuertemente. Seguía dormido, y no quería despertarlo.
Mi ánimo era otro. Me sentía bien, y todo el resto de esa noche comenzé a vislumbrar una pronta recuperación de mi papá, y me comporté en consecuencia de ello. Me fuí caminando a mi casa, y no dejé de platicar con Rodrigo. Y por la noche, antes de dormir, mantuve una conversación telefónica con Art. En ambos casos, no se podía disimular mi éstado de ánimo, mis esperanzas, mi fe en el futuro, en la fortaleza de mi padre, en que esta había sido una prueba de vida que, seguramente, ibamos a superar todos...

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