El primer día de la última semana del año

Aunque de entrada parece que este año ha sido malo para mi, no puede serlo si me deja una gran puerta abierta a nuevas oportunidades, a grandes cambios, a nuevas experiencias, nuevos aprendizajes adquiridos, eso si, a base de toparme en seco contra la pared en más de una ocasión. Pero no, no puedo quejarme, cuando, aunque aparentemente las pérdidas son mayores -bueno, en algunos casos sí lo son-, las ganancias son mayores.
Asi, en esta fría mañana de Navidad -bueno, ya son casi las 2 de la tarde, pero para mí aun es de mañana-, vale la pena reflexionar un poco sobre lo que fue de mi en estos 12 meses que culminan el próximo domingo.
Sin duda, la ausencia física de mi padre no dejó de estar presente todos los días, y con ella, el proceso de adaptarse a esta nueva forma de vivir. Ya más de un año pasó, y cada vez todo parece más cotidiano sin él, pero nunca dejó de estar presente, y a sentirse su ausencia. Lo peor, fue haber sentido que lo defraudé en determinado momento, pero ahora se que no fue así, y más, que él estuvo a mi lado en los difíciles momentos que vivía hace poco.
Junto a él, otra ausencia que ha pesado a lo largo de muchos meses ya, es la de :A:, quien, desde aquel viernes último de Marzo, comenzó a desgajarse violentamente de mi, llevándo tras de si, días enteros de calma, entrando a la noche más larga de este año que se va. Noche que, cada que avanzaba, parecía empeorar, poco a poco, más oscura, más fría, más aburda...
Hoy, ya amanece. He llorado mucho por la pérdida, y aunque asumo mi parte de responsabilidad en en naufragio, nunca dejaré de estar convencido que no soy el absoluto culpable de todo esto... Me queda un gran espacio vacío, pero no puedo seguir cerrando los ojos a la realidad. Hoy, este día de Navidad, ya no está a mi lado, y tal vez sea mejor así para ambos. Me cansé de esperar lo que evidentemente no llegará nunca.

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