Día del trabajo...

Jueves 1 de mayo, 06:30 horas. La mayoría de las personas deben estar en su casa, en su habitación, en su cama, y en la parte más deliciosa de su sueño, pues esa gran mayoría está conmemorando el 1ro de Mayo, día del Trabajo, tirándose a la pereza, al desafío de no tener mucho por hacer, al privilegio de no tener que asistir a su trabajo, a su escuela, a nada que signifique no poder tener el tiempo suficiente para recordar las razones por las que tienen ese espacio de no hacer nada. Seguramente dedicaran tiempo para recordar a los Mártires de Chicago, a los muertos de Cananea, y de Río Blanco; a todos los obreros que murieron para poder tener los derechos laborales de los que ahora gozamos. No dudo tampoco que no vayan a intentar comprender al menos por un instante, el enorme sacrificio que día a día realizan sus respectivos líderes sindicales por mantener esos derechos a salvo en la eterna lucha del patrón contra el obrero, en la dura pelea del proletariado, de la cual el empleado, que esa mañana del jueves 1 de mayoaun duerme, se sabe orgulloso representante y soldado. Algunos de ellos tal vez sentirán el deseo de salir a las calles y hacer patente su presencia. Pero lo que es a esa hora, las 06:30 de la mañana, la inmensa mayoría aun duerme, padres y madres obreros e hijos estudiantes.
Pero yo no. Ese día, a esa hora, estaba por llegar a la Sorianita, a fin de cumplir con otra jornada laboral. En mi caso, las reflexiones, las conmemoraciones a los muertos y las huelgas, los derechos y las conquistas sociales se pueden quedar para la hora de salida, y me convierto así en la significativa minoría que honra al día del Trabajo trabajando.
Lo peor del caso es que al subgerente asignado para abrir la tienda esa mañana, seguramente se creyó parte de la inmensa mayoría que gozaba de sus horas extras de sueño, y nos honró con su presencia hasta una hora despues de la señalada para llegar. Y todos los demás, obreros cumplidos y respetuosos del concepto de empleados responsables, perfectamente pudimos haber dormido una hora más en esa mañana del Día del Trabajo, y sentirnos parte, al menos por un momento, de la inmensa mayoría que no supo lo que era trabajar hasta cinco días después...

A ver a qué hora llegan a abrir...

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