Noches sin dormir

Llega la noche, el sol se va al otro lado del planeta, pero el calor no cede, el cuerpo se siente húmedo, y con cierta resignación me acuesto. No me cubro con nada, solo la ropa puesta, y espero poder dormir. No se cuanto tiempo pasó, pero me despierto en medio de la oscuridad, sintiéndo irritada la piel. Los mosquitos que noche a noche han tomado mi habitación vuelven a atacarme sin tregua, y de nuevo la noche se me va entre cubrirme y tener calor, o destaparme y soportar a los mosquitos. Y asi, noche tras noche, se me ha sumado ya una semana -por cierto, a algunas de esas noches hay que añadir los accesos de tos que se sumaban al festín de no dejarme dormir-.
El calor no cede. No llueve, no hace viento, nada hace que al menos baje un poco. La garganta ya está casi en su lugar -malditilla, el martes no podía hablar-, y a los mosquitos no los voy a andar persiguiendo todas las noches. Espero no equivocarme al haber comprado unas laminillas que, se supone, me harán dormir esta noche al fin.

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