Emociones de vida

Hace dos noches soñé que sería papá. Así de simple era la premisa de la breve historia que me asaltó en medio de la madrugada. Simple, y muy intensa, despertando en mi sensaciones diferentes, sin comparación con alguna que ya haya vivido.

Me vi de repente en medio de una situación de emergencia, en donde la mujer que al parecer era mi esposa, estaba a punto de dar ya a luz; una mujer cuyo rostro me es muy familiar, enmedio de una extraña situación en donde a pesar de la relación conyugal que nos unía, parecíamos más dos cordiales extraños. Ella aparece, junto con sus padres, comunicándome de la situación. Parece que no vivimos juntos, pero insisto, todo parece un acuerdo tácito entre nosotros. Se de cierto, porque lo sentí aun en medio del sueño, que la noticia inesperada me provoca alegría, miedo, incertidumbre y una desconocida esperanza, muchas sensaciones, de esas desconocidas para mi de las que ya hablé.

Y en la siguiente escena estamos todos apurando la llegada al hospital. Recuerdo haber visto sangre, un vientre abultado, y esa emoción intensa, cada vez más, que no dejó de acompañarme. Y no recuerdo si alcancé a conocer a mi hijo. Lo que si recuerdo es que desperté, y sentí un vacío al caer en la realidad de que todo era un sueño. Extrañé a la criatura que por momentos fue una extensión de mi, y me tiene a tal grado impresionado que no quise dejarlo pasar.

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Esta noche, mi breve relato del sueño resulta particularmente significativo, hablando de la llegada de una vida nueva, doy por concluída con la imprevista serie de entradas en las que he tocado el tema de la muerte. Es imposible negar la fascinación y respeto que ella ejerce en mi, el interés que me despierta, la curiosidad, el miedo; ese grado de voyeurismo tanalógico que, creo, es ya muy característico en mi. Creo que debería ahondar en ello, pero eso será en otra ocasión, que para este momento se acerca la hora de dormir y en consecuencia, alguna inesperada historia puede estar aguardandome tras la sombra de los sueños.

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